LA INDEPENDENCIA, LA DEPENDENCIA Y LA «PENDENCIA»

 

El otro día tuve que llamar por teléfono a un periodista amigo para cerrar algún dato para el texto teatral que estaba terminando. Me dio muchos y muy variados (gràcies Xavi), pero me quedé con este fragmento de la conversación (no es literal literal):

– En el mundo anglosajón lo tienen claro: si eres el mejor, ejerces el cargo.

– Allí funcionan por currículum.

– Y por independencia. Vale más la libertad que pueda tener, que ser de la familia. Aquí en nuestro país siempre pensamos, no con malicia, que como conozco a nosequién que haría esto muy bien… y de hacer concursos públicos, ni hablar. Por eso se ha tirado tanto de amigos, cuñados, hermanos, etc. Pero desde todos los bandos.

– Tiene que ver con que somos un poco fenicios.

– Eso es.

Creo que ese dato, la independencia, era clave para entender cómo actuamos en España, en Valencia, en esta parte. Y de esto no se libra la cultura.

Lo que más me llama la atención es como siendo un instrumento perfecto para proyectar imagen, se haya descuidado tanto eso, la imagen.

Lo que muchos profesionales de la cultura hemos pedido siempre, es algo sencillo: independencia. La cultura no puede ser un instrumento del poder, debería poder administrarse independientemente a siglas.

Un hecho curioso, casi de análisis sociológico sería el siguiente: ya se van conociendo algunos cargos de orden político en el ámbito cultural (y en otros), pero, siendo muchos de ellos excelentes profesionales, no habrían estado en esa tesitura (compleja por otro lado) si no militaran o pertenecieran a tal o cual partido. Siempre me pregunto: ¿si no militaran o pertenecieran a tal o cual partido, se les habría llamado?

Echo en falta independientes, pero independientes de verdad, en los altos organigramas de las instituciones públicas. Gerentes, gestores, que su currículum y sus obras (eso es el currículum) hayan dado pie a que lleguen donde han llegado y a generar un tejido cultural. Hay intentos muy loables y por poner un ejemplo para que se entienda, Vicent Soler, el Conseller de Economía será todo lo independiente que queramos, pero ya formó parte de un gobierno socialista de la anterior etapa. En todo caso, no era este el ejemplo que queríais, pero lo entendéis perfectamente.

Esto nos lleva al segundo grado, la dependencia. Con todo el desastre de gestión cultural que hemos tenido estos años en la Comunidad Valenciana, con poco que se haga será mucho mejor. Claro y meridiano. Ahora, la dependencia del sector (sea cual sea) no puede ser la panacea para esperar de él todo, todas las respuestas. Hay miedo al error. Errar es humano, hay que tomar decisiones para ello.

No tengo todos los detalles, pero en una reunión reciente con el sector, alguien de la administración preguntó: Entonces, ¿Qué hacemos?

Obviamente es lógico y loable preguntar, informarte, pero si no hay un plan, siento que volvemos de nuevo al punto cero del camino.

Una reunión muy famosa en el sector audiovisual hace años sentó a todos los académicos de cine valencianos con la consellera de turno para hablar con ellos, para hacer “lobby” valenciano. Aquello acabó en aguas de borrajas. Unos porque fueron a pedir su cuota, otros porque fueron a quejarse, pero lo más importante es que desde Conselleria no había ningún plan, sino sentarlos para ver, “bueno, ¿qué hacemos?”, como si fuera un problema de una charla de patio de colegio y no un mal endeble al que hay que enfrentarse con un plan estratégico. Y así seguimos: el ICAA de nuevo dando la espalda al sector valenciano.

Ya lo dijo Napoleón (y mira que a mi este como que no): “Cuando yo quiero que un asunto no se resuelva, lo encomiendo a un comité”.

Todo esto nos puede arrastrar de nuevo a la frustración, cuando no al desánimo. No debemos caer en eso. Sobre todo no se debe llegar a la “pendencia”, a dejarse hacer y a otra cosa mariposa. A “pues no saben hacer ná y no tienen ni idea”, o peor “si me hubieran llamado a mi…”. Hay que seguir siendo resolutivos, preponer, decir que no cuando sea que no, y apoyar cuando se está en ello. Tomar decisiones no debe ser un mal endémico, es una realidad del día a día.

Y como no soy de los de esconderme, siempre que puedo y tengo foro lanzo cuatro ideas tontas que se deberían aplicar en la cultura (sobre todo en los ámbitos que más conozco: teatro y cine) para levantar el ánimo y comenzar a hacer camino:

– En el ámbito local trastocar y poner al día las oficinas de rodajes en las principales ciudades, y ser permeables a la realidad de las grabaciones. Una Valencia Film Comission bien montada (sin amiguismos) haría que muchos rodajes cayeran por estas tierras (que tenemos sol a gogó) y daría mucho trabajo a excelentes profesionales.

– Aunar en una “liga fantástica” todos los eventos creativos-culturales a la manera del Edimburgo Festival. Algo de esto hablé aquí y tiene coste cero. Simplemente hay que coordinar todo el potencial desbocao que tenemos en Valencia y alrededores.

– Como no tenemos Instituto Cervantes ni Institut Ramón Llull, utilizar las Oficinas de Turismo de la Comunitat Valenciana para eso: para vender también cultura. Y de paso, ir pensando en como montar una red, entrando por esas oficinas, para llevar nuestro cultura a Monterrey, Bratislava, Moscú o Kuwait.

– Por último y más importante: darle la voz al creador, sea cineasta, teatrero, músico o artista plástico. Llevan muchos años en el oficio, y por experiencia seguro que algo se ha quedado. Innovemos en esto, en formar, potenciar y exportar creadores: será lo que haga que cambiemos nuestro sino de corrupción.

Veis. Creo que sigo siendo optimista. Librémonos de la dependencia que supone el cargo, o el partido del gobierno y gestionemos (gestionar) para hacer realidad todo esto. Conozco mucha gente dentro de la administración que se va a dejar la piel por la cultura al País Valencià. Com deia Vives: “Afanya’t, no et reserves per les hores que han de venir, perquè aquell que no és apte avui menys ho serà demà”.

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