Una de las máximas que todo guionista nos hemos grabado a fuego es que el suceso inductor, el detonante, el arranque de la serie, tiene que hacer girar todo un mundo, y cuanto antes mejor.
El clásico “primero pon un terremoto y luego ya veremos” a mí me lo enseñó hace muchos años Alberto Macías en los talleres que UIMP-FIA hacía en Valencia, pero que luego he oído repetidas veces a miles de compañeros/as en charlas, mesas redondas, coloquios o cervezas si se precia.
Pero creo que las nuevas maneras de hacer/ver ficción con el auge de las plataformas a sofisticado esta máxima, no tanto para pervertirla sino para darle un significado distinto.
Y para mí el ejemplo paradigmático lo encontré viendo “Transparent”, una de las ficciones de los nuevos tiempos que está redefiniendo los caminos de la ficción contemporánea.
En el capítulo piloto vemos rápidamente que Mort vive encerrada en un cuerpo de hombre cuando toda su vida ha sido Maura. Algo que iremos descubriendo a lo largo del capítulo (y de la primera temporada) y sabemos que va a provocar un seísmo, ese catalizador que necesitamos para que todo el mundo cambie.
Pero no llega.
Es más Jill Soloway, su creadora, nos lleva magistralmente hasta él en una secuencia clave, cuando Mort/Maura tiene a todos sus hijos reunidos en casa. Allí, en vez de dar la noticia, decide desviar el tema a la casa familiar (que se convertirá en una metáfora estupenda de la familia y sus vidas).
Es decir, ese detonante no explota donde tenía que haber explotado. Esto nos deja con la mosca detrás de la oreja. Sabes que tarde o temprano lo va a hacer.
Y lo que hace es llevárselo lejos, hacia el final del capítulo planteándonoslo como un cliffhanger. Cuando pensamos que no ocurrirá (algo que haría mantenernos poco tiempo más), un suceso fortuito, su hija mayor Sarah va a la casa para tasarla con su antigua ex y se enrolla con ella, lo evidencia. Maura las pilla pero como va vestida de mujer, Sarah descubre su verdad, el detonante que estábamos esperando.
Perdonad los spoilers a aquellos que no la hayáis visto pero aunque parezca simple, ese estiramiento del detonante tensa tanto la ficción que te genera la curiosidad del secreto que se va conociendo sin poner remedio. Es decir, no necesitamos una bomba al principio, necesitamos conocer personajes.
Muchas de las ficciones de hoy en día, basan parte de su encanto en un trabajo profundo del personaje (ese será el reto de crear Mort/Maura a lo largo de la serie) y dejan el efectismo apartado sin necesidad de giros emocionales / narrativos fuertes dando al espectador una lupa para seguir un mundo, un personaje(s) que va creciendo.
En ese sentido, trabajar, pensar, idear detonantes desplazados puede ser una buena muestra de cómo estiras del hilo (cuidado con romperlo) del interés del espectador.
Lo mejor de todo es que el mecanismo del desplazamiento no es nuevo. Los chejovianos ya lo conocemos porque el dramaturgo ruso lo utiliza frecuentemente en sus obras para variarnos el deseo de los personajes, para que amen a aquellos que no les aman, y que eso sea correlativo con otros personajes, trazando así un mapa de deseos desplazados muy interesante y que mantiene al espectador/lector en vilo.
Pienso tal vez que este mecanismo no es que haga las ficciones más sofisticadas, sino todo lo contrario: lo que ha creado el auge de las plataformas es un visionado que puede ser pausado, que no va de semana en semana y que, como una novela, puedes parar donde te apetezca porque el libro/serie estará allí cuando vuelvas. Pensad: la tele tradicional no nos daba esta opción antiguamente y tal vez por eso los sucesos inductores y las formas narrativas eran giros tan fuertes para que mantuvieras la atención de semana en semana. No sé, da que pensar.
En todo caso, creo que hay que pensar siempre que los sucesos inductores, aquello que va a hacer saltar nuestro universo por los aires no debe ser un “terremoto”, puede ser fácilmente un secreto no contado en una cena.